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¿Aún no has leído el mejor artículo del psicoanalista más rebelde?

¿Qué aporta Sandor Ferenczi en su artículo Confusión de lengua entre los adultos y el niño?

En este artículo Ferenczi aporta una relación entre elementos que antes no se habían considerado, a saber, cómo la situación analítica con sus reglas supone una retraumatización para aquellos pacientes que vivieron situaciones de frialdad y de negación de sí por parte de quienes les rodeaban. Introduce la posibilidad de autorevelar al paciente como el único medio de que la confianza perviva ante la fina capacidad de captación que tiene el paciente con respecto al analista y ante lo fallido que el analista puede ser. Y por supuesto, la vuelta al trauma intersubjetivo entendida como una relación real que se produce entre un adulto y un niño, una relación que deja al niño sumido en un estado de culpa que afectará al desarrollo de su sexualidad sino al desarrollo de su personalidad misma.

Se da cuenta de que los pacientes son capaces de captarnos, pueden captar si nos gusta o no aquello que están contando, o si nos sentimos cómodos o no, e interpretar negativamente nuestro lenguaje no verbal, nuestro tono, movimiento etc. Como consecuencia pueden desarrollar aversiones, odios, reproches que puede que no se atrevan a comunicarnos. Ferenczi piensa que es nuestro deber darnos cuenta de cuándo puede estar pasando esto y abrir la veda para que el paciente se sienta libre de expresar sus críticas. En este sentido cobra especial relevancia el grado de análisis del analista, se necesita un análisis muy profundo no sólo para ser capaces de tolerar nuestros propios aspectos desagradables sino para poder captar esto que el paciente siente y permitirle exponerlo sin sentirnos atacados por aquello que el paciente pueda expresar o al menos, siendo capaces de manejar esos sentimientos.

Además habla de un concepto actual denominado auto-revelación, este recurso se emplea actualmente como la expresión de material que pertenece al analista que, pensamos, puede ser útil para ese paciente en ese momento del tratamiento. Ferenczi habla de algo parecido al considerar que la sesión del paciente puede estar interfiriendo con otras preocupaciones personales o bien que haya aspectos del paciente que nos resulten desagradables. Si esto aparece en sesión, si el paciente es capaz de captar esto y sabemos que es cierto, entonces propone contarlo, renunciando a la hipocresía profesional y devolviéndole al paciente la imagen de que aquello que ve es real, que no lo imagina, paradójicamente encuentra que más que herir a los pacientes, les consuela.

Comienza así a darse cuenta de que el ambiente frío que se genera en sesión, la posición de autoridad omnisciente y la hipocresía profesional reflejaban bastante bien, los contextos en los que se habían criado muchos de sus pacientes. Romper con esa situación nos acerca realmente al paciente, admitiendo nuestros propios errores, autorizando críticas objetivas, marca la distancia entre la situación del pasado y la relación del presente. Pero también le permitió perfilar su tratamiento, huyendo de sus excesos y del gran peso otorgado a la teoría en detrimento de las vidas de los pacientes. Sandor Ferenczi hizo avanzar el método de la misma forma que fue creado, escuchando las apreciaciones y comentarios de algunos de sus pacientes.

Como consecuencia de la relación más íntima con los pacientes ha podido acceder a la recuperación del trauma, en concreto habla del traumatismo sexual. Hay que considerar que no es casual que llegara a este tipo de conclusión, ya que sus pacientes eran, probablemente, los pacientes más graves, aquellos que otros analistas daban por perdidos, cuyos síntomas eran tan resistentes que acababan en manos de Ferenczi, tiene sentido que este tipo de pacientes fueran los más traumatizados.

¿Cómo explica el trauma infantil?

Es justo aquí donde habla del tema de la confusión de lengua que da título a su artículo, el niño puede jugar con el adulto desde la ternura, pero si el adulto fruto de su propia problemática interpreta esto como una disposición o con un deseo sexual adulto por parte del niño, acaban tomando parte en actos sexuales cuyos resultados para el niño son desastrosos. La reacción del niño puede ser de rechazo pero finalmente estarán indefensos ante el adulto, en algunos casos los niños se someten por temor, en otros se identifican con ellos hasta el punto de olvidarse completamente de sí mismos. Esto no solamente deja al niño indefenso ante los deseos del agresor, también introyecta su sentimiento de culpa, que puede ser transmitido al niño de múltiples formas y maneras, haciéndole sentir que es su culpa, que es él quién está haciendo algo malo. La reacción ante la amenaza es la identificación y la introyección del peligro. A la larga esto crea una conspiración del silencio, ahora el niño ya no expondrá lo que le ha pasado porque se considera culpable del asunto.

El niño así tratado ya está dividido, entre la inocencia y la culpa, si además el adulto insiste en que nada de eso ha sucedido, entonces puede perder también la confianza en la información que sus propios sentidos le proporcionan. Es poco probable que se produzca un desarrollo normal de la sexualidad con estos antecedentes, el peligro de neurosis y psicosis está claramente presente. Al mismo tiempo se produce una progresión traumática, el niño adquiere las “cualidades” propias de un adulto en su comportamiento, es decir hay partes de la persona que maduran súbitamente mientas que coexisten con otras que no lo hacen. Conforme estos choques se suceden la personalidad se fragmenta en innumerables trozos que no se conocen entre sí, ni se comunican.

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Pero no sólo el amor pasional puede destrozar al niño, también convertir al niño en un padre o madre sustituyo para sus propios padres, haciendo que sea el niño el que cuide de la persona que debería cuidarle a él, impide que el desarrollo de su personalidad devenga sin complicaciones. Obligándoles a cargar con los problemas de la familia como la única forma de hacer que todo fluya y dejándole ese único camino como la forma de comportarse dentro de la familia.

Este artículo arroja una serie de ideas con las que ahora estamos batallando, la fragmentación del self, el trauma intrapsíquico, la identificación con el agresor, la relación entre paciente y terapeuta, el encuadre como retraumatizante… no está mal para haber sido escrito en los años 30. Espero haberos convencido de la grandeza de Sandor Ferenczi, y ahora os invito a leer su Diario Clínico, y a acercaros así a la obra del más humano de los psicoanalistas.

Espero que te haya servido de ayuda este post.

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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.

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