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¿Cómo sobrevivir a la ruptura en la relación terapéutica? El reconocimiento del tercero.

Tratar de explicar el concepto de terceridad de Jessica Benjamin no es una tarea fácil porque supone relacionarlo con otros como intersubjetividad, reconocimiento, ruptura, reparación y testigo. Entender esta idea es un cierre para mi, porque en él se engloban las ideas de Ferenczi que le valieron ser expulsado del seno de la versión oficial de la ortodoxia, pero también Levenson y su necesidad de sumergirnos a través de nuestra acción en los enactments propiciados por la relación terapéutica y por supuesto Luis Cencillo con su efecto testigo, cómo la relación terapéutica se transforma en una barrera infranqueable, una plataforma desde la que ya no se puede dar ningún paso atrás. Voy a tratar de exponer estas tres ideas para que después, llegar al concepto de terceridad no sea tan complicado.

Empezando por Ferenczi, que considera que si sus pacientes captaban algo que él pensaba o sentía realmente, no alimentaba la hipocresía profesional negándolo, sino que lo reconocía y, paradójicamente, esto no llegaba a dañar al paciente sino que lo consolaba. En algunos momentos nos veremos reflejados en las figuras que hirieron a nuestros pacientes, debemos ver esto como la oportunidad de tener con él una relación honesta, de reconocer ese daño, de reconocer lo que ha sido negado por otros hasta ahora. Si quieres ampliar información te dejo un artículo en el que se explica mucho más estas ideas de Ferenczi.

Levenson da una vuelta de tuerca más a este tema, planteando que no hay forma de escapar de nuestra propia participación en el proceso, que lo único que puede salvarnos es tratar de mantener con el paciente una relación lo más auténtica que nos sea posible. Debemos quedar atrapados en las redes de las formas de hacer de nuestro paciente y encontrar una manera de salir propia, tomando las respuestas del paciente como respuestas válidas y no como simples reflejos del pasado. Para profundizar en las ideas de Levenson, puedes acceder a este artículo. 

El efecto testigo de Luis Cencillo es algo que he podido comprobar en múltiples ocasiones en mi práctica clínica. El terapeuta se convierte en testigo de las confidencias del paciente, de tal forma que lo que ya ha sido dicho delante de la otra persona, cobra una realidad y una firmeza de la que ya no se puede escapar. Que haya un otro que ha escuchado lo que he dicho en voz alta, hace que ya no pueda dar marcha atrás a la realidad de mi pensamiento o de mi sentimiento en relación con ese tema. De hecho algunos pacientes son tan conscientes del poder de decir algo frente al terapeuta que, aquello que aún no están listos para escuchar, simplemente se queda fuera hasta que un día se arman de valor y lo expresan.

Ferenzci, Levenson y Cencillo se unen en mi mente y me ayudan a comprender mejor la terceridad de Benjamin. El tercero o la terceridad tienen que ver con el hecho de aprender a relacionarnos con las otras personas en patrones constantes de ruptura y reparación o lo que es lo mismo, ser reconocido o no serlo. Los humanos aprendemos a través de las mentes de otros, construimos patrones de relación que se convierten en una estructura esperada, sin embargo, esos mismos otros que nos ayudan a regularnos con sus acciones, también nos fallan y ponen en marcha acciones que, a nuestros ojos, son incorrectas o no esperadas. El tercero se construye sobre estos patrones de interacción, y madura en forma de un tercero moral en el que nos apoyamos para expresar nuestros propios puntos de vista y, al tiempo, reconocer que el otro puede tener una agenda diferente. Nos movemos constantemente entre la sintonía con el otro y los momentos de desacuerdo en los que somos la única referencia. El tercero se restaura en estos casos como una alternativa a someternos a la visión del otro o a presionar al otro para que se someta a nuestra visión, cuando nuestras expectativas se han roto o lo que necesitamos no ha sido cubierto.

Benjamin se ha centrado en la restauración del tercero como forma de salir de relaciones de poder complementarias, en las que lo que el otro hace se convierte en lo que motiva mi propia acción, en las que sólo se reacciona y hay más culpa que responsabilidad real. En palabras de la autora:

«La habilidad para reconocer los sentimientos del otro, así como la agencia de uno mismo, se basa en la restauración del tercero y en sobrevivir la ruptura mediante el reconocimiento mutuo»

Partiendo de la idea de la restauración del tercero y colocándolo en la relación terapéutica emerge un problema que puede generar disociación e impasse, me refiero al hecho de que el terapeuta no reconozca sus propios errores dentro del tratamiento, el paciente perciba que no está compartiendo su dolor y se produzca un alejamiento entre ellos, que frustre a ambos y del que sea difícil salir.

Las ideas ortodoxas que colocan todo el peso en el terapeuta y en su mente y le asignan un ideal capaz de sostener cualquier cosa que el paciente coloque sobre la mesa, no tiene en cuenta la propia subjetividad del terapeuta, el hecho de que es alguien con su propia historia, que va a tener que jugar papeles muy distintos dentro de la relación terapeútica y con los diferentes pacientes. Reconocer el error cometido en la relación con el paciente, abre la puerta a la consideración del terapeuta como imperfecto, le coloca más cerca del dolor del paciente y permite emerger partes disociadas por el trauma, lo no reconocido es reconocido a través del enactment con el terapeuta. Para quien ha vivido en las tinieblas encerrado en los esquemas erróneos de otros, encontrar por fin alguien que le da la razón, no sólo no le daña sino que abre la puerta a la realidad de las cosas.

Sin embargo, si nos dejamos llevar por lo que idealmente deberíamos ser, si no somos capaces de reconocernos como heridos ante el paciente o molestos, o cualquier otro sentimiento que nos pueda surgir, en lugar de vivir ese enactment al que tarde o temprano nos llevará esta situación, entonces haremos uso de la disociación, y el paciente volverá a sentirse solo, volverá a obtener esa falta de reconocimiento. Creo que ésta es una de las razones por las que la supervisión es tan importante en los primeros casos, porque esto se juega desde el inicio de la práctica clínica, sin alguien que nos vea desde fuera, la disociación de nuestros propios miedos y debilidades potenciará la disociación del paciente, habrá partes de su self que no emerjan nunca.

Os dejo un artículo de Jessica Benjamin en el que habla del reconocimiento del tercero, os invito a leerlo y también el comentario de Carlos Rodríguez Sutil en el mismo número de la revista Ceir. 

Espero que te haya servido de ayuda este post.

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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.

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