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Las 3 reglas del Psicoanálisis que han cambiado ¡para siempre!

Abstinencia, anonimato y neutralidad. Superando los límites del pasado.

La abstinencia, el anonimato y la neutralidad, unidas al uso del diván son recomendaciones que Freud publica para ayudar a quienes practican su método y para proteger a los pacientes. Pero hoy tenemos claro que estas formas tan rígidas de comportarse por parte del analista no son útiles. En este post os voy a contar en qué consiste cada una y cómo trabajamos ahora. Comencemos con un par de ideas.

Si nos paramos a pensar un momento el tipo de pacientes que estos primeros psicoanalistas trataban, junto con el momento histórico, se entiende que fuera necesario colocar unos límites, unas líneas divisorias que marcaran el camino y demarcaran al mismo tiempo el hasta dónde se podía llegar. Las recomendaciones devinieron reglas conforme el movimiento psicoanalítico se consolidó y radicalizó y se convirtieron en inamovibles barreras y al mismo tiempo en obstáculos. Se pasó del «sería útil trabajar así» al «sólo se puede trabajar así».

Pero el tiempo pasa y los psicoanalistas pasan consulta y poco a poco sucede que la forma de ver pacientes cambia también, por múltiples razones, porque los pacientes han cambiado, porque los psicoanalistas tratan de flexibilizar el método para poder ayudar a quien no cabe en él, por muchos motivos, primero en voz baja y después alzando la voz, el movimiento desde las reglas clásicas hasta otro tipo de visión del tratamiento se hace patente.

1. La abstinencia.

El objetivo del psicoanálisis clásico eran las pulsiones reprimidas, esos deseos deben ser traídos a la conciencia y finalmente sublimados, por lo tanto técnicamente se exige que el analista no satisfaga dichos deseos en la sesión, esa no satisfacción es lo que se conoce como abstinencia. El problema no se hace esperar, ya que una abstinencia constante por parte del analista genera conflictos que no tienen que ver con lo que sucede en el sistema intersubjetivo, sino más bien se trata de un artefacto, de una forma de comportarse que va contra lo que el paciente está demandando. La abstinencia llevada al extremo supone, en muchos casos, no validar la experiencia del paciente y retraumatizarle. Si hay un no porque no, sin explicación y esto se devuelve todo el tiempo, estamos limitando la comprensión de lo que el paciente quiere decirnos. Esto tampoco significa que haya que dar al paciente “cada cosa que pide”, pero sí darle el beneficio de la duda e investigar primero qué es exactamente lo que el paciente demanda y no qué crees tú que demanda. Y sólo así tomarás la decisión correcta.

Ahora lo que pretendemos no es sacar pulsiones reprimidas a la conciencia, así que esa técnica pierde validez, aunque está claro que hay límites claros en aquello que podemos y no podemos proporcionar. La abstinencia va, por lo tanto, en contra de la necesidad de sintonía que promulgan los intersubjetivistas.

2. El anonimato.

El anonimato es entendido como ser un espejo que refleja aquello que el paciente pone sobre la mesa, pero sin poner nada nuestro en ese reflejo, mantenernos en las sombras. Cada cosa que el terapeuta dice revela aspectos de quién es, así como aquello que no dice, así que la posibilidad del anonimato es bastante difícil considerando la naturaleza interactiva del proceso y de las relaciones humanas en general.

3. La neutralidad.

Siempre he comprendido la neutralidad clásica como algo que se encuentra entre paciente y terapeuta, y que tiene que ver con que lo que yo hago como terapeuta debe ser captado por el paciente como una actuación que no se decanta por ninguna opción. La neutralidad es la culminación de la abstinencia y el anonimato, no sabes quién soy, no te doy lo que pides, soy una pantalla en blanco en la que te puedes proyectar y yo no voy a hacer o decir nada en una dirección ni en su contraria, que te permita tomar una decisión en mi nombre.

Entonces, ¿qué hacemos ahora?

Estas ideas se han mantenido durante mucho tiempo, porque estaban sustentadas por un modelo teórico concreto, en el que si no me muevo, si tú no me ves (física y emocionalmente) entonces puedo ayudarte. Ahora lo vemos de una forma muy diferente, ahora sabemos que no podemos escondernos, que no existe eso de tú y yo, sino que el tratamiento va a ser un nosotros casi siempre, un nosotros necesario, sin él, el tratamiento no avanza. De hecho creo firmemente que una razón poderosa para que un paciente abandone el tratamiento, sobre todo a principios del mismo, es precisamente la incapacidad para generar ese nosotros, a veces ante la desesperación del terapeuta que lo intenta de todas las formas que sabe y puede.

Lo único que tiene sentido según su forma de ver el proceso terapéutico es que cada sistema intersubjetivo desarrolle el proceso a su manera y encuentre un encuadre que encaje en lo que ellos necesitan. Cada pareja terapéutica es diferente, no tiene para ellos sentido que todos se rijan por las mismas reglas. Ésta es una de las grandes aportaciones de los Intersubjetivistas, darle la vuelta a la forma en la que se venía trabajando desde hace años. Ahora la forma de comportarnos depende de cada paciente, está claro que hay unos límites marcados por la ética profesional, que ya no hay cadenas rígidas que impiden comportarse al terapeuta de la forma más auténtica, que al final, es la única forma útil de ser con otro.

Espero que te haya servido de ayuda este post.

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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.

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3 thoughts on “Las 3 reglas del Psicoanálisis que han cambiado ¡para siempre!

  1. Me encantó este artículo!, me parece hiper claro, conciso, concreto, y certero!!!. Muchas gracias Lorena por compartir todo esto. Gracias a vos conocí la obra de Luis Cencillo, y me fascina. Saludos de un colega desde Buenos Aires, Argentina.

    1. Muchas gracias Sergio! Luis Cencillo es una figura genial, me alegra haber contribuido a que llegue a tu manos.
      Saludos desde España 😉

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