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¿Debemos frustrar o gratificar al paciente? Hacia la responsividad óptima de Howard Bacal

Mucho se ha dicho sobre la frustración o la gratificación a lo largo del modelo psicoanalítico, y en muchos casos se ha trasladado la relación de la madre con el bebé a la relación entre el psicólogo y el paciente, no queda muy claro si con o sin motivo. El paralelismo se ha hecho y se sigue manteniendo hasta nuestros días, como ya digo, justificado o no. Se ha venido considerando que en la relación entre la madre y el bebé son necesarias tanto las gratificaciones como una serie de frustraciones, cuyo objetivo sería que el bebé llegue a establecer estructuras internas, que a su vez, le ayuden a hacerse cargo de funciones propias. Un ejemplo de ello podría ser obtener la tolerancia necesaria ante las tensiones normales del entorno. O dicho de otra forma, un niño tiene que llegar a comprender en algún momento, que no va a poder obtener en toda ocasión aquello que desea inmediatamente o incluso nunca. Cosa que deberíamos explicarle a algunas personas en la actualidad, que colman a sus hijos de atenciones, en forma de cosas materiales normalmente y por falta de tiempo, y que les obligan a llegar a la edad adulta sin la preparación suficiente para soportar las decepciones que el vivir humano supone. 

Gratificación o frustración, ¿qué papel tiene el trauma en todo esto?

Como iba diciendo, en las diferentes aportaciones se ha entrado en contradicción sobre la necesidad de un medio que responda empáticamente o la de un medio que frustre de forma óptima. Bacal va a distinguir entre frustración óptima y frustración traumática para poder solventar esta contradicción. Para ello se va a centrar en qué se puede considerar traumático, porque al fin y al cabo, esa es la pregunta, qué debemos hacer o no hacer en el tratamiento con nuestros pacientes, con el objetivo de conseguir esa mejora que estamos buscando. ¿Debemos frustrar?, ¿debemos gratificar?, ¿ambas?, ¿hasta qué punto? Estas son las cuestiones que trata de responder Bacal.

Si consideramos el trauma como un hecho que sobrepasa las capacidades de la persona para poder asimilarlo y manejarlo, y que va a suponer una serie de consecuencias difíciles de prever en la mente del implicado, podremos entender el motivo por el que Bacal no se va a centrar en la frustración. El autor nos va a decir que, como terapeutas, nuestra meta es comprender al paciente, así que su postura estaría más cerca de la gratificación a través de la comprensión. Su explicación sobre el motivo por el que la frustración ha entrado en escena en el trabajo analítico, tiene que ver con el principio de abstinencia propuesto por Freud. 

De la relación abstinente del modelo clásico a la relación del psicoanálisis relacional

La abstinencia que proponía se basa en su contexto histórico y social, pero impide una relación con el paciente. Esta distancia artificial puede llegar a generar y de hecho, suele hacerlo, emociones encontradas en el paciente, sobre todo en aquellas personas que necesitan esa cercanía emocional por parte del terapeuta, que necesitan del terapeuta algo más que el silencio que resulta tan atronador cuando uno sufre ante los ojos del otro, cuando la necesidad de consuelo y comprensión es vital y lo único que puede de verdad revitalizar al paciente.

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Bacal nos dirá que lo que sí es propio de la relación terapéutica son los momentos de conexión, de desconexión y de reconexión y cree, por tanto, que la frustración ha sido una explicación que emerge de esto que es el pan de cada día de la relación terapéutica. Porque la realidad es que, como diría Levenson, no es tan importante volver a caer en las estructuras de relación propias del paciente como poner todo nuestro empeño por salir de ahí, por ayudar, por relacionarnos con él de una forma totalmente distinta a como se han relacionado con él antes. Esto no va de que el paciente se sienta 100% comprendido siempre, sino de qué hacemos con esos periodos de desconexión y cómo podemos reconectar con él.

Entonces, ¿qué plantea Bacal?

Su planteamiento se recoge en el término responsividad óptima, lo que se ha de hacer no es gratificar o frustrar a toda costa, sino encontrar en cada caso la forma de hacer ver y de transmitir al paciente nuestro entendimiento. Esto variará de caso a caso, y en diferentes momentos del tratamiento en cada uno de nuestros pacientes. El proceso de encaje irá evolucionando, sostenido por el deseo del terapeuta de llevar al paciente más allá de los horizontes de su comprensión, como dirían Stolorow y Atwood. De hecho el autor considerará que, muchos de estos problemas de encaje, están sostenidos por el miedo del paciente a que el terapeuta vaya a comportarse o a hacer lo que han hecho otros y le ha herido tanto, a veces incluso justificado por la propia contratransferencia del analista. En palabras de Bacal:

«El analista trabaja entre los límites inevitables de su entendimiento y de su contratransferencia»

El concepto de responsividad óptima de Bacal es una aportación excelente que nos permite superar los miedos y las dicotomías en las diferentes relaciones que establecemos con los distintos pacientes que acuden a nosotros pidiendo asistencia psicológica. Polarizar nuestro comportamiento como terapeutas o convertirnos en seres inexpresivos, creer que podemos hacer exactamente las mismas cosas con unos y otros, es un grave error de juicio, y puede suponer que la persona que tenemos delante no consiga sentir que le vemos, que estamos ahí para él. Una sensación, que por desgracia muchos de ellos han sentido a lo largo de su vida. Los modelos clásicos del psicoanálisis que no entienden la necesidad de ajustar la relación terapéutica cometen la irresponsabilidad de dejar solo a alguien que puede que lleve solo toda su vida, en cuanto a comprensión se refiere. Nuestra mente se gesta en la interacción con los otros, no podemos olvidar eso y la responsabilidad que nuestro trabajo implica.

 

Espero que te haya servido de ayuda este post.

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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.

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