¿Por qué soy como soy?
La pregunta sobre por qué soy así, por qué me comporto como lo hago, ha recibido muchas explicaciones. Muy útil es la visión de los Intersubjetivistas que ponen el foco en los afectos, es decir, en la experiencia emocional de cada uno de nosotros y en cómo ésta es regulada desde nuestro nacimiento por las personas que nos rodean. ¿Cómo podemos pasar de esa primera regulación emocional a los problemas y dificultades en la edad adulta? Vayamos paso a paso.
¿Cómo regula nuestro contexto las emociones?
Según los Intersubjetivistas la articulación de la experiencia afectiva en el niño antes de que puedan mediar las palabras se regula a través del diálogo que se establece con los adultos, un diálogo sensorio-motor no un diálogo en palabras. Aunque los adultos utilizan palabras para comunicarse con los bebés, lo que realmente comunica, aquello que transmite información mucho antes de ser capaces de comprender el lenguaje verbal, es el tono, la forma de tomarle en brazos, la forma de prestarle atención o de no hacerlo, ese es el tipo de comunicación que se establece entre el adulto y el bebé. Y es mediante esa comunicación que se regula la experiencia afectiva del bebé, articulándola mediante una sintonía que valide aquello que el bebé está experimentando de forma caótica y potencialmente inundante. Los afectos que resultan una inundación en la vida del bebé se van regulando y controlando a través de la relación que se establece con el adulto.
Es importante aquí recordar el concepto de mentalización (os dejo un post enlazado por si queréis profundizar en el concepto de mentalización, os será útil) y cómo los padres reflejan de forma marcada las emociones que los niños experimentan para ayudarles a identificarlas en ellos mismos, darles un nombre, una expresión facial y unas sensaciones internas. La mentalización podría considerarse el siguiente paso, porque para poder llevarla a cabo se ha tenido que validar la emoción, en el sentido de captarla, para poder devolverla.
Los intersubjetivistas consideran que nuestra mente, nuestra personalidad, ha sido generada a través de estas interacciones con quienes nos rodean que se constituyen en patrones de relación que acabarán siendo principios organizativos prerreflexivos, porque no los hemos pensado nunca, sino que son automáticos, proceden de cómo se han relacionado con nosotros y así nos relacionaremos nosotros con los demás y con nosotros mismos. Nuestra manera de vernos, de ver a otros y de relacionarnos con el mundo se va a ir creando de esta forma, mediante lo que sucede con otros. ¿Comprendéis por qué son tan importantes las relaciones con los padres o quienes nos criaron?
Los adultos validan las emociones de los bebés, hacen real lo que sienten, ordenan el caos, pero hay otras emociones que no serán ordenadas, porque no son validadas, bien porque a los padres no les parecen relevantes o porque a ellos mismos nadie se las validó y/o les resultan conflictivas.
Si las experiencias emocionales del niño no son validadas o son rechazadas directamente, entonces esa experiencia se sacrifica en favor del vínculo. Esa experiencia no se integra en el repertorio, podemos decir que en algún plano, deja de existir. No se produce una integración afectiva suficientemente buena, y esos estados afectivos no integrados se convierten en fuente de conflicto. Cuando estas emociones aparecen son interpretadas como auténticas amenazas contra la propia organización psicológica y contra el mantenimiento de sus relaciones actuales.
Estas experiencias quedan apartadas de la conciencia, en muchos casos son sentidas como debilidades que le constituyen a uno y que le convierten en alguien malo o que tiene un defecto concreto que ha de corregir.
Aclaro algunos detalles más con un ejemplo.
Algunas personas no se permiten a sí mismos sentir tristeza, simplemente porque ese sentimiento no estaba permitido, no había tiempo para eso, no había espacio para el dolor o para la debilidad. Esos adultos serán incapaces de vivir la tristeza de una forma integrada, la vida nos da muchas pérdidas, vivir es perder, así que imaginaréis que si uno no puede sentirse triste, cada pérdida, cada fallo, cada fracaso, arrasarán a esa persona, simplemente porque no sabe cómo vivir eso sin que sea tan inundante como cuando era un niño. Y además, al ser patrones prerreflexivos, ni tan siquiera puede pensar sobre ello, solamente puede sentir confusión por ejemplo, o un dolor del que no sabe cómo salir. Sólo el sentimiento de la pérdida ya amenaza su propia organización psicológica y las propias relaciones, porque si la tristeza ha sido siempre rechazada por los demás, pueden sentir que será rechazada por todos, por eso huyen de ella y cierran así, el círculo.
Hay diferentes niveles de organización de esas experiencias infantiles no validadas, según los intersubjetivistas existen tres tipos de inconsciente, cada uno de ellos con un material distinto.
Se necesita a otro que ayude a profundizar, reflexionar y conectar con aquello que debería estar y no está. No es suficiente, como creen algunos profesionales, con decirle al otro que debe ser más expresivo, que debe expresar más sus emociones. Esa es una orden no computable, por un cerebro al que le faltan datos.
Espero que te haya servido de ayuda este post.
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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.
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