Las tres preguntas más importantes en psicoterapia
1.¿Podemos relacionarnos con el paciente sin contaminarle?
La teoría tradicional considera a la transferencia (nombre técnico de la relación paciente-terapeuta) como al desplazamiento de las emociones que una figura del pasado originó en nosotros y es guardada en nuestro interior en forma de representación, dicha representación es activada en la sesión, en la relación que se mantiene con el analista. Hablar sobre ella supone hacer consciente lo inconsciente una vez más, supone decir: “Esto que te ocurre no lo provoco yo, sino que es algo de tu pasado que se reactualiza ahora”. El supuesto de que existe una transferencia que no ha sido contaminada por el terapeuta, es decir, que es puramente algo propio del paciente, es de entrada una idea que los intersubjetivistas no comparten.
Ellos consideran que todo lo que sucede en sesión es co-creado, la reacción que el paciente tiene en sesión emerge de su relación con el terapeuta, interpreta algo que realmente ha visto en el otro en función de sus principios organizadores. Así que no es algo propio del paciente y su pasado, sino propio del campo intersubjetivo. Esto funciona en dos direcciones si tenemos en cuenta también la contratransferencia del terapeuta.
Por otro lado, está el concepto de contaminación, parece que la influencia del analista sobre el paciente siempre ha sido vivida como algo negativo, como la posibilidad cercana al desastre. Ahora autores como Stephen Mitchell en Influencia y autonomía en psicoanálisis le dan la vuelta a esto, tratando de explicar que no podemos no influir en el otro, porque estamos ahí. Es el cómo sea esta influencia lo que nos debe preocupar realmente. Estoy muy de acuerdo con Joan Coderch en su obra Realidad, interacción y cambio psíquico cuando expresa la necesidad de poner en la parte superior de la “pirámide” de requisitos para ser analista a la ética (a prueba de bombas). Porque la psicoterapia no es un trabajo, es un arma, una herramienta que puede ser usada, como los superpoderes, para hacer el bien y para hacer el mal. Está en manos de quienes forman a otros para ser analistas el poner la ética en primer lugar. Y no estoy hablando de algo tan anodino como la obviedad más total de no poder compartir la información que nuestros pacientes nos facilitan, sino yendo mucho más allá, que nuestra influencia esté siempre mediada por aquello que es mejor para la persona que está frente a ti, incluso si eso te cuesta el caso.
2.¿Somos los analistas totalmente objetivos?
La posibilidad de una objetividad total por parte del terapeuta que sea capaz de ver al paciente en su realidad indiscutible es para los intersubjetivistas también un mito. Lo llaman mito porque para ellos no es posible, los principios organizadores del analista (os dejo un enlace de un post anterior en el que se explica más profundamente los principios organizadores) median entre él y su visión del mundo, por supuesto esto incluye su visión del paciente. No es que consideren que no podemos utilizar nuestras teorías para trabajar, sino que debemos ser conscientes de que estamos mediados por ellas, no podemos ver más allá de aquello que sabemos. Por otro lado, comprender también que eso que vemos va a co-determinar el curso del proceso, el proceso terapéutico nunca será igual con un terapeuta que con otro.
De ahí la importancia de la idea que Cencillo siempre defendió de no formarse en una única escuela, sino tener un conocimiento amplio de las teorías psicoanalíticas, porque entre todas completaban el espectro de aquello que podíamos observar en los muy distintos pacientes que nos encontraremos a lo largo de nuestra vida profesional. Evidentemente no hablo de tener un modelo teórico basado en retazos de otros, sino de una base amplia de cómo otros autores a lo largo de la historia han ido dando sentido al material que encontraban, al final la psicoterapia psicoanalítica ha sido creada desde la práctica terapéutica y en ello seguimos.
3.¿Podemos trabajar con el paciente sin influir y ser influidos?
Las teorías clásicas del psicoanálisis consideran al terapeuta como alguien externo al paciente que puede verle desde fuera, sin implicarse lo más mínimo, sin poner nada de sí, se utiliza a menudo la metáfora del cirujano para explicar la manera en la que trabajamos. A esta idea se la ha llamado el mito de la mente aislada, entendiendo a la mente como algo que mira la realidad desde fuera, existiendo de forma independiente y desconectada del exterior. Hay algo que ve y hay algo que es visto y no existe vínculo entre ambos.
Los intersubjetivistas creen que realmente este mito, que ha impregnado todos los modelos teóricos, surge como una defensa ante el hecho de que nuestra experiencia procede de los sistemas relacionales. No existe algo que ve, porque ese algo que ve ha sido constituido por las relaciones en que ha nacido, el flujo entre ambos es constante y desde el principio de la existencia de cada uno de nosotros. La mente no está separada del contexto en que nace, sino que se desarrolla a partir de él.
A semejanza de la consideración de la mente que ve desde fuera, está el analista que hace lo propio, que puede parapetarse en unas maneras supuestamente neutrales, que puede no dar información de sí o pronunciarse. Conforme vamos entendiendo que esto no es posible, la visión del analista cambia. Consideran que esto protege al analista, que esta postura de ver desde arriba, sin estar implicado, es una buena forma de defenderse de lo que en realidad sucede. Una relación terapéutica es, posiblemente, la relación que más implicaciones tiene para ambos, el compromiso emocional alcanzando por la pareja terapéutica es irrepetible, y no sólo cambia al paciente, suele también cambiar la vida del terapeuta para siempre. Este compromiso puede dar vértigo y no sólo al paciente.
La división cartesiana entre mente y mundo fue reunificada por Heidegger que considera al hombre como un ser-en-el-mundo, ambos se contextualizan mutuamente, el mundo está impregnado de los significados que nosotros le otorgamos y el hombre está impregnado del mundo en el que reside, forman una unión indisoluble no dos elementos separados.
Estas tres preguntas tratan de explicar los tres mitos que los Intersubjetivistas han puesto sobre la mesa con sus aportaciones: el mito de la transferencia no contaminada, el de la objetividad y el de la mente aislada.
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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.
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