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¿Sabes en qué se diferencia el psicoanálisis ortodoxo del relacional? Aquí os dejo la diferencia en el concepto de mente de ambas teorías.

Stephen Mitchell ha conseguido con sus obras aportarme perspectiva sobre las ideas y los abismos esenciales entre el psicoanálisis ortodoxo y el psicoanálisis relacional. Cuando leí «Conceptos relacionales en psicoanálisis» pude obtener una guía que hasta ese momento me faltaba. El nacimiento de una nueva forma de ver la psicoterapia, que es el psicoanálisis relacional, supone una gran cantidad de ideas, pero además implica un desapego a las viejas teorías, no es un cambio de palabras, es un cambio de visión, y esto me ha supuesto confusión en numerosos momentos. No tanto por la dificultad de las ideas, como por los numerosos autores que trabajan actualmente y aportan en los distintos aspectos de la psicoterapia.

He necesitado una base desde la que empezar a construir, y Mitchell en ese sentido ha ayudado mucho, por eso me gustaría compartir con vosotros una serie de ideas que os ayuden a comprender con amplitud de dónde venimos y hacia dónde vamos.

El mejor lugar desde el que despegar siempre es el concepto de mente, cómo entendía y entiende la mente la teoría ortodoxa y cómo se entiende desde el psicoanálisis relacional actualmente. No se trata tanto del peso que se le da a la biología en una o a la cultura en la otra, sino más bien cómo consideran ambas tanto a la biología como a la cultura. Para Freud la propia emergencia de la mente se va a producir por presiones endógenas, concebida por tanto como la expresión de fuerzas ya establecidas, algo propio de lo que significa ser humano, que emerge de nuestro interior y a través de lo cual nos relacionamos con el medio, configuramos nuestra experiencia y asignamos significado a lo que nos rodea. Los intersubjetivistas cuentan muy bien esto, con la idea de la mente monádica, aislada del exterior y que va desde dentro hacia fuera. En esta visión de la mente se asienta toda la teoría ortodoxa, y la politización del psicoanálisis la convirtió en una teoría estanca, que se ha retroalimentado durante muchos años hasta convertirse en un marco de trabajo estrecho y estéril.

La luz siempre aparece al final del túnel, muchos autores comenzaron a derivar ideas de los cabos sueltos que se iba dejando la versión oficial, así aparecen los teóricos del self o las relaciones objetales del grupo británico, que tratan de mantenerse dentro del modelo original, pero cuyos descubrimientos centrados en la interacción con los otros significativos, los alejan de esa concepción de la mente humana.

Estas y otras contribuciones nos llevan a la mente como es vista por el modelo relacional, una mente configurada a partir de la interacción con los otros, el contexto en el que se configuran y se expresan los contenidos mentales es la relación con los otros, tanto la forma de inicio de esas relaciones como la necesidad de su mantenimiento, en la infancia la adaptación a las personas que nos crían es cuestión de supervivencia. La mente pasa de ser monádica a ser relacional, interactiva, se habla entonces de psicología de dos personas, remarcando la necesidad del otro para constituir quienes somos.

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El punto de partida está ahora en los otros, esto lo cambia todo en la estructuración de nuestras teorías, el concepto pulsión pierde sentido y con ella, su forma de hacer psicoterapia. Ahora la relación que se establece con las figuras de referencia se convierte en el centro del debate y, como consecuencia, la técnica psicoterapéutica vira, la interpretación comienza a resultar sospechosa y parece más necesario construir un marco de trabajo sostenedor y suficientemente bueno, que aportar una teoría universal que sirva de sustento a toda la problemática psicopatológica, como el Edipo. El campo se abre y la relación con el analista se sitúa en el centro, la esencia de lo que podemos construir juntos va más allá de teorías y teóricos. Eso sí, a mi la técnica me encanta, la interpretación pierde peso en detrimento de otros recursos y lo comprendo y practico, sin embargo, de ahí a decir que debemos prescindir de la interpretación o la técnica, hay un abismo para mi. La relación es esencial sí, pero la estrategia técnica y la necesidad de marcos teóricos es patente en el trabajo con pacientes. Si tu conocimiento no es suficiente, te faltarán recursos tarde o temprano. 

Stephen Mitchell me ha ayudado mucho a entender determinados movimientos, que iré compartiendo con vosotros en los siguientes post, pero creo firmemente que la evolución teórica no nace en las cabezas de nuestros pensadores, sino en el contacto con pacientes complejos, en la teoría ortodoxa cualquier trastorno que va más allá de la neurosis se convierte en intratable, son precisamente este tipo de pacientes los que han hecho evolucionar nuestras teorías. No es de extrañar que los grandes revolucionarios, quienes más se han salido de las directrices fueran los encargados de trabajar en pacientes complejos, desde psicosis hasta trastornos de personalidad o trastornos del espectro límite. Estos casos nos llevan al extremo, suponen la necesidad de flexibilizar la técnica y ampliar nuestras teorías, es este esfuerzo por ayudar por encima de lo ya sabido lo que ha llevado al psicoanálisis a ser la teoría que hoy es. Lo que sí han tenido nuestros grandes pensadores es la valentía de ir donde otros no se habían atrevido y teorizar desde ahí, así como las experiencias personales que les han permitido comprender profundamente las mentes de los otros. Las nuevas teorías son un emergente.

La mente co-construida nos va a llevar a un salto en la teoría y en la técnica, pero quienes hemos estado cerca de la obra de Luis Cencillo ya teníamos otro concepto que enlaza con todo lo anterior, el desfondamiento. El autor llama desfondamiento al vacío del que venimos, nacemos sin nada más que unos pocos reflejos, todo lo demás es construido, nuestra personalidad es una herramienta que vamos enriqueciendo, no venimos con un modelo desde el que optar, sentir o desear. El proceso de construcción de lo humano es tan complejo que es fácil que se malogre en el camino, la psicopatología se convierte en posibilidades no logradas, en caminos sin salida, en reiteraciones cíclicas. También os hablaré de la visión de Luis Cencillo, porque vale la pena conocer su visión, pero sobre todo porque su forma de hacer psicoterapia superó hace mucho la parte más ortodoxa y porque creo que os será muy útil para enriquecer vuestro perfil profesional como terapeutas.

Espero que te haya servido de ayuda este post.

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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.

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