¿Existe el niño interior? La verdadera relación entre infancia y edad adulta
Uno de los temas que me resulta fascinante de Mitchell tiene que ver con la forma en la que se va viendo el concepto de infancia a lo largo de la historia del psicoanálisis, él lo llama infantilismo, refiriéndose a la manera en la que se ha tratado a la infancia como concepto dentro del modelo y a lo largo de las diferentes teorías que lo han integrado y lo han hecho crecer. Esta metáfora nos ayuda a comprender qué le sucede actualmente al paciente que se presenta ante nosotros, pero la información que realmente nos aporta depende de nuestra consideración del desarrollo y de cómo se relaciona el pasado con el presente; en función de todas estas variables estaremos más cerca de nuestro paciente o tergiversaremos lo que nos está queriendo decir.
Cuando lo leí por primera vez me costó captar las sutilezas a las que se refiere para llegar a incluir a la matriz relacional como la base desde la que trabajar teórica y prácticamente en terapia. Para tratar de captar todas las caras del prisma voy a dividir al bebé, o a la idea de la infancia, en tres partes muy diferenciadas, no se si es así como Mitchell lo veía, pero sí ha sido mi forma de entender a qué se ha referido. Espero que os ayude y que cambie tanto vuestro mundo como cambió el mío.
- El bebé freudiano.
Este bebé es un bebé de conflicto, inmerso en la búsqueda automática del placer, encerrado en pulsiones naturales y propias, inserto entre una lucha de la que no puede escapar y un fuerte temor a ser castigado por ello. La vida mental florece en este escenario, el adulto a que da lugar está dentro de este mismo dilema, el deseo arraigado y profundo contra el medio que exige una renuncia. Es una pura lucha entre esas tensiones propias del cuerpo y lo que vivir en sociedad implica. Esta teoría es puramente monádica, la interacción en el desarrollo de quienes somos y en nuestro propio surgimiento es inexistente, no tiene en consideración a los otros, ello, yo y superyó están en nuestro interior y en el conflicto entre ellos está contenido todo lo humano. El papel del terapeuta está centrado en la abstinencia, dejar que se exprese eso que uno es y aprender a renunciar a ello, la interpretación ayuda a tomar contacto con aquello que el paciente se resiste a ver.
2. El bebé postfreudiano (Mitchell lo llama el bebé moderno).
Este concepto de infancia emerge de los modelos que, a partir de las ideas de Klein, se sumergen en el estudio de los primeros años, desarrollando teorías que empiezan a despuntar en el papel que otorgan al contexto, no llegando a la crítica directa, tratando de ajustar ambas teorías. Pero al final será imposible contener lo que tantos autores han ido descubriendo y que Mitchell acaba unificando en su concepto de matriz relacional.
Los autores de este bebé consideran que es necesaria una plataforma mínima para poder desarrollarse de una forma equilibrada y completa, son necesarias ciertas condiciones ambientales. Si esto no se produce, el resultado será una privación y un intento del bebé por encontrar la manera de adaptarse a esta situación dañina y dolorosa; la psicopatología emerge de ese intento. En este bebé encontramos hipótesis interactivas, por el papel que le otorgan a las primeras experiencias con las personas del entorno, pero en el momento en el que estas condiciones no se dan, se va directamente a lo monádico, el desarrollo se detiene, la persona ya aparece como aislada del contexto. El adulto que emerge de esta teoría es un adulto que eternamente va a buscar aquello que le faltó, el papel del terapeuta implica aportar ciertas experiencias que ayuden al paciente a desarrollar lo que no se pudo, las funciones que los padres no supieron o pudieron desempeñar.
Los autores que, de diferentes formas, aportan a la idea de este bebé no pretenden dilapidar las viejas teorías, pero sin querer prenderán una mecha que va a suponer un cambio de paradigma. Pero antes de esto, no sustituyen un bebé por otro, sino que lo colocan antes en el tiempo, dejando lo relacional atrapado en los primeros momentos de la vida. Cada explicación dada por uno de estos autores se centra en una faceta de la matriz relacional, pero al final acaban refiriéndose al mismo tema, el desarrollo humano inserto en las relaciones circundantes, sumergido en ellas, inseparable. Pero estos aspectos relacionales se van a ver limitados en el tiempo, previos al desarrollo del yo, ello y superyó, colocando una línea entre el bebé y el adulto.
3. Lo relacional.
En este último caso las relaciones con los otros no son vistas como una única necesidad circunscrita a un momento vital concreto. Mitchell considera que la patología no sólo está reflejando una serie de problemas en la infancia, de hecho, ser criado por alguien desestructurado afectará al bebé, pero no lo hará sólo durante su infancia sino a lo largo de toda su vida, ya que deberá ir desarrollando estrategias de forma transversal para irse adaptando a las diferentes experiencias a lo largo de los años con ese cuidador y a la vida cambiante con sus distintas exigencias y momentos. Esto explicaría, en parte, la razón por la que muchas personas se rompen en los momentos de transición de la vida, que son etapas en las que se requieren estrategias que no están listos para poner en práctica o que, simplemente, no han aprendido nunca. Mi ejemplo favorito siempre es el de la emancipación, hay quien encuentra múltiples excusas para no hacerse cargo de la propia vida cuando llega ese momento y parece que nunca están listos, de hecho, seguramente no lo estén.
Nuestras primeras experiencias nos ayudan a configurar el significado de una realidad en constante cambio, no es que el pasado esté debajo del presente, sino que puede aportarnos las claves para comprender cómo nos hemos ido configurando y cómo le hemos dado forma a nuestro mundo, a lo largo del tiempo, y cómo lo seguimos haciendo. El desarrollo humano es un continuo y está sumergido en el contexto en el que nacemos y en su evolución y cambio durante toda nuestra vida, en un constante ser en el mundo.
La psicoterapia sufre una modificación esencial, ahora la relación con el terapeuta es central, pero no para compensar aquello que el paciente no tuvo, sino para ayudarle, a través de la relación, a conectar con la manera en la que ha ido organizando su mundo, con el material que le ha ido proporcionando su contexto en forma de relaciones y su intento de adaptación a las mismas. El paciente no es un ente pasivo, es un buscador de orden y significados, alguien que ha tratado de adaptarse, y sigue haciéndolo, a un contexto complejo, utilizando esas primeras experiencias para establecer y conservar sus vínculos, para construir sus propias relaciones. Somos lo que hemos podido construir con el material del que hemos dispuesto y a veces, eso no es suficiente, la relación con el terapeuta viene a proporcionar más material.
Espero que te haya servido de ayuda este post.
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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.
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