De la relación con los padres a la relación con el analista
¿Qué papel juega la relación madre-bebé en el tratamiento psicoanalítico?
Después de hablar del concepto de CRI en el Grupo de Boston, me parece esencial centrarme en la investigación de las primeras relaciones que lleva a cabo este grupo de autores. Sin comprender cómo esto funciona es muy difícil llegar a entender profundamente las implicaciones y el impacto que este tipo de investigación tiene en la forma en la que trabajamos hoy en día.
La forma de entender la relación que se produce en los primeros momentos de la vida se puede resumir en tres palabras: regulación, objetivos y reconocimiento.
Según el Grupo de Boston los padres regulan, a través de las interacciones que se producen entre ellos, los diferentes estados del bebé (esos estados en los primeros años tienen que ver con la activación, el sueño o el hambre al principio y poco después comenzará la regulación emocional y la atribución de significados al mundo que le rodea). El tipo de interacción se resume bien en el concepto de Luis Cencillo, envolvimientos cenestésico-afectivos, esos momentos de intercambios que al principio son puramente perceptivos y afectivos.
Las constantes transacciones que tenemos con las figuras de apego desde nuestro nacimiento son procesadas a un nivel implícito. Y a partir de las representaciones que surgen ponemos en marcha nuestros intercambios con otros, intercambios que se producen en lo que el Grupo denomina nivel local. El nivel local está compuesto por los intercambios momento a momento, por los gestos, las vocalizaciones, aquello que puede ser visto desde fuera, y que sucede también en el aquí y ahora de la sesión.
La regulación no es al azar sino que está dirigida a objetivos fisiológicos y de reconocimiento mutuo. Cuanto mejor capte el adulto las necesidades del bebé, mejor aportará al bebé un reflejo coherente de la experiencia que está viviendo. Es evidente que este proceso de regulación no está exento de fallos y problemas, todo lo contrario es una constante negociación entre ambos y a estas idas y venidas es a lo que denominan avance. Estas experiencias repetidas acaban siendo internalizadas por el bebé y dando lugar a lo que ellos han denominado CRI.
Lo que va suceder es que en la interacciones con los adultos puede pasar que algunas de las experiencias del niño queden fuera del foco o bien sean distorsionadas, los afectos negativos que se generan en el bebé como consecuencia del rechazo de sus objetivos también serán internalizados, pero los afectos no son elaborados, permanecen en el bebé como emociones fuertemente conflictivas. En muchos casos los sentimientos de rabia o de vulnerabilidad no son reconocidos o son directamente ridiculizados, en la edad adulta serán afectos conflictivos, de los que difícilmente podrá hacerse cargo.
La forma de conexión entre estas primeras relaciones y la relación que se produce con el paciente se hace a partir de la secuencia:
Momento actual – Momento ahora – Momento de encuentro
Dedicaré un post a definir los distintos momentos, por ahora basta decir que los momentos actuales son las diferentes partes de las interacciones, cuando por el motivo que sea aumenta el afecto estamos en un momento ahora, y si podemos ser capaces de tomar ese momento ahora, lo podemos convertir en un momento de encuentro.
¿Cómo podemos ver esto reflejado en lo que sucede en una sesión de tratamiento?
El mismo avance que se produce en la relación padre-bebé, se produce también en una relación terapéutica, sólo que ésta tiene el sostén verbal, eso sí este movimiento se produce hacia objetivos más o menos explicitados en terapia, pero también hay una serie de objetivos implícitos, que no se ponen en palabras pero que se encuentran recogidos en la misma interacción y en los intentos de definirla.
Vamos a necesitar reorganizar el conocimiento verbal consciente en cualquier sesión, ya que un paciente llegará a su sesión con un tema concreto o llegará a uno a través de la asociación libre y sobre ese tema trabajamos. Los múltiples intentos de reconocimiento y encaje nos llevan a definir el entorno intersubjetivo, se produce regulación y negociación constante entre el paciente y el analista. Nos ayuda a definir quiénes somos en sesión, qué ambiente vivimos juntos y eso pone sobre la mesa la relación implícita compartida. Hay que comprender eso sí, que estos movimientos no se producen de forma declarativa, ni tampoco son verbalizados (aunque puedan ponerse en palabras más tarde), sino que son la base sobre la que estamos actuando en sesión. El Grupo de Boston considera que se produce de forma paralela al análisis de la transferencia y a la revisión de la vida del paciente.
En este punto debemos comprender cómo se produce ese proceso, y para ello debemos saber qué es un momento de encuentro y cómo podemos llegar hasta él, eso será para el siguiente post. Así como la teoría de sistemas dinámicos no lineales y su forma de explicar los cambios en el tratamiento.
El valor que, en mi opinión, tiene la investigación del Grupo de Boston aporta un esquema sobre el que trabajar, considerar la esencia de la regulación y el reconocimiento del otro, y hacerlo desde lo que hacemos en terapia y no desde lo que decimos en terapia, abre la puerta a revolucionar la técnica psicoanalítica. Algo que muchos autores, ya se están encargando de hacer.
Espero que te haya servido de ayuda este post.
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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.
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