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Las dos ideas que revolucionaron la psicoterapia

Las dos ideas que revolucionaron la psicoterapia (eso sí, mucho más tarde).

Sandor Ferenczi, es uno de mis autores clásicos del psicoanálisis favorito. Está en los primeros puestos de la lista, porque creo firmemente que su apertura y su libertad de pensamiento tocaron e inspiraron a cuantos le conocieron, entre ellos Clara Thompson y de rebote Harry Stack Sullivan las grandes figuras del Psicoanálisis Relacional.

A lo largo de su obra, sobre todo los últimos años antes de su prematura muerte, cuando más se separó de la corriente principal, surgieron una serie de ideas que fueron la mecha que prendió años después. En concreto voy a hablar de dos:

  1. Una nueva actitud.

En los primeros años del psicoanálisis la actitud distante del analista fue la fórmula que se encontró para evitar influir en el paciente, hoy por hoy sabemos que el investigador influye en el objeto de estudio irremediablemente. Ferenczi fue uno de los primeros en querer modular esa actitud, se dio cuenta de que sus pacientes le acusaban de frialdad y que esto les afectaba, por otro lado es un fiel defensor de no abusar del peso de la autoridad. Claro, la autoridad que un médico tenía en la época de Freud y Ferenczi era realmente relevante, la importancia del concepto “autoridad” en nuestra época es muy distinta. Esa forma de comportarse fría y autoritaria genera, según el autor, fuertes resistencias en los pacientes, que les impiden avanzar en el proceso.

Por otro lado, quita mucha importancia a la interpretación como venía siendo considerada. La interpretación fue la herramienta esencial en los inicios porque el objetivo final de la psicoterapia era traer a la conciencia aquella información que había quedado en el inconsciente, que era la que estaba generando todos esos molestos síntomas. Ferenczi defiende la idea de formularlas como opciones más que como sentencias, abriendo la puerta a una idea que no se había contemplado hasta ahora, la posibilidad de que el analista pudiera estar equivocado. Paradójicamente esto en su época no se contempla, un analista será capaz de captar la información que le falta al paciente y sólo con comunicarla (a veces varias veces) el hechizo se rompe, la posibilidad de que esto no suceda, la necesidad de contemplar la otra parte, es decir, al paciente, se va teniendo cada vez menos en cuenta.

La modestia del analista no es una actitud aprendida, sino más bien la expresión de la aceptación de los límites de nuestro saber”. Esta frase de Ferenczi resume bien lo que quería transmitir.

Finalmente dentro de esa nueva actitud está la superación de la hipocresía profesional, los analistas piden a los pacientes que transmitan en su consulta todo lo que son. Pero el analista a su vez, se mantiene en una distancia y en un silencio que hace sentir al paciente tratado con la misma condescendencia con la que puede que haya sido tratado toda su vida.

La actitud clásica no protege al paciente de nuestra influencia, le deja abandonado a su suerte. El autor fue uno de los primeros en valorar una actitud afectiva, cálida y de bienvenida, algo que hoy nos puede parecer sencillo, pero que en su momento, le costó ser apartado y relegado al olvido.

Lorena Parra Méndez. Psicóloga Valencia

  1. La centralidad del vínculo con el paciente.

Esta nueva actitud está simplemente tendiendo la mano a la otra persona, abriendo la puerta para ver al paciente como alguien que también está ahí. No hay un tú y un yo, hay un nosotros.

El vínculo como elemento central en Ferenczi puede verse en su preocupación por la capacidad de sentir con, y el papel central que da a la sintonía en la prevención de las consecuencias del trauma. Sentir con, para el autor tiene que ver con el desarrollo de la capacidad de empatía con el paciente, ser capaces de comprender al paciente desde el paciente, desde la forma que él tiene de sentir y de ver el mundo. Esta comprensión ampliada, más allá de las fórmulas teóricas de su tiempo, es sorprendente y atrevida.

También puede verse en su deseo de no repetir las mismas estructuras que la familia de origen tuvo con los pacientes, el mismo trato, la misma forma de hacer. Si no hacemos esto, conseguimos que el paciente pueda poner en práctica una nueva forma de comportarse. Y esto, según el autor, borra además el miedo a la repetición, el miedo a volver a ser tratado de esa forma por los otros, modifica nuestras expectativas.

Finalmente el autor considera que aumentar la confianza en sesión puede conseguirse a través de hablar de los errores que cometemos dentro del tratamiento, resolverlos y permitir la expresión de críticas por parte del paciente. Alimentando una relación honesta, en la que el analista no es un superhéroe, sino una persona de carne y hueso con sus limitaciones también. Esta honestidad y esta forma de trabajar son muy cercanas a las ideas que autores contemporáneos defienden y emplean en sus consultas.

Espero que este post os acerque un poco más a la relevancia del pensamiento de un autor que cayó injustamente en el olvido y que hoy en día está más presente que nunca.

Recomiendo el Diario Clínico, una obra suya que ha sido publicada hace no mucho tiempo y que deja ver el tratamiento desde dentro, con sus dudas, sus temores y sus ideas, ningún clínico debería perderse algo tan apasionante.

Espero que te haya servido de ayuda este post.

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Lorena Parra. Psicóloga Valencia.

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